Trabajar después de la jubilación no es nada excepcional en Japón. No es raro ver personas de más de 70 años, incluso de 80, trabajar en fábricas y oficinas. Necesidad vital para un país envejecido con una tasa de paro del 2,2%. Según un sondeo realizado por el gobierno, dos japoneses sobre tres de más de 60 años quieren seguir trabajando después de los 65 años. Impresiona el dato de que en 2017 el nivel de empleo de las personas de 65-69 años alcanzaba el 54,8% en los hombres y el 35% de mujeres. Un récord dentro de la OCDE. El trabajo de los seniors permite responder a una penuria de mano de obra en aumento.

Actualmente la edad legal del retiro está fijada a los 60 años (65 en función pública), que podría pasar a los 70 años.

El importe de la pensión media asciende a 1.269 € al mes, importe que no deberá aumentar mientras el gasto social no cese de crecer. Este gasto puede llegar a 1.185 mil millones de euros en 2025.

Diversas comisiones del Ministerio de Finanzas han recomendado a los contribuyentes economizar en su vida activa a fin de beneficiarse de un ahorro entre 127.000 y 254.000 €, al objeto de completar su pensión y hacer frente a los gastos médicos y a la reducción de los reembolsos (una forma de aumentar el copago).

La industria en Japón se organiza verticalmente. Los trabajadores de las generaciones han establecido lazos de confianza, indispensables para hacer funcionar esta red.

Desde el punto de vista nipón hacer trabajar a personas mayores permite también reducir el recurso a la inmigración. El país es muy reticente a la admisión de mano de obra extranjera que no llega a millón y medio de personas.

El problema de los que quieren trabajar después de la jubilación oficial está en que perciben un salario o sobresueldo generalmente inferior al 50% del nivel normal. Un nivel tan bajo que numerosos neoretirados prefieren vivir de su pensión. También en muchos casos se practica el voluntariado.

Personalmente hemos visto a personas mayores jubiladas haciendo servicios de cicerone, acompañar a niños a la salida del colegio, cuidar a personas desválidas, atender los roperos, atender pasos peatonales, guiar en los museos o centros de turismo e incluso conducir ciertos vehículos.

Es muy difícil valorar con nuestros parámetros el estilo de vida japonés pero hay mucho que aprender porque un país superpoblado, tercera economía mundial y sin apenas recursos naturales es digno de admirar.